miércoles, 21 de diciembre de 2011

ÁNGEL SANZ BRIZ, EL "ÁNGEL DE BUDAPEST"

Zaragoza, 1910 - Roma (Italia), 1980

Por Sandra Claros Parra

Es por todos conocida la historia de Oskar Schindler, ese alemán que con su fábrica salvó a unos 1.200 judíos del conocido ‘holocausto nazi’. La excelente película de Spielberg (La lista de Schindler, 1993) es la responsable de que la gran masa conozca este hecho tan importante. Pero hubo más personas, muchas más personas, hoy todavía desconocidas, que arriesgaron sus vidas para ayudar a los más desfavorecidos en aquella época, cuando lo fácil hubiera sido abandonarlos a su suerte. Una de ellas fue el diplomático español Ángel Sanz Briz, que, con la ayuda del también diplomático italiano Giorgio Perlasca e inspirado por Miguel Ángel de Muguiro, Raoul Wallenberg, Ángelo Rota y Carl Lutz, consiguió salvar más de 5.000 vidas. Sanz Briz, siendo embajador de España en Hungría durante la ocupación de este país por las tropas alemanas, logró evitar que miles de judíos terminaran en los campos de concentración nazis. Para lograr tal fin, tuvo que emplear altas dosis de perspicacia, riesgo pe
rsonal y valentía. El escenario de toda la acción fue la capital húngara, Budapest, poco antes de que el régimen nazi se decidiese por la ‘solución final’, en los últimos años de la II Guerra Mundial, guerra en la cual España se mantuvo como no beligerante.

Primeros pasos Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza el 28 de Septiembre de 1910. Procedente de una familia de comerciantes y militares, después de estudiar Derecho, ingresó en la Escuela Diplomática en 1943. Al comenzar la Guerra Civil española, se alistó voluntariamente en las filas de las tropas franquistas como conductor de camiones del Cuerpo del Ejército Marroquí y, una vez finalizada la contienda, obtuvo su primer destino diplomático como Encargado de Negocios en El Cairo (Egipto).

En 1942 abandona El Cairo y es destinado a la legación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano. Pero por ese tiempo, a las puertas del país centroeuropeo a que había sido destinado, se libraba la II Guerra Mundial. Poco duró la serenidad y la vida de Sanz Briz cambió completamente. Las barbaridades que estaban llevando a cabo los nazis contra la indefensa población de etnia judía impidieron que Sanz Briz pudiese ejercer su gestión de manera tranquila. El zaragozano no pudo mirar hacia otro lado y comportarse como un espectador indiferente ante aquel terrible espectáculo.


La invasión de Hungría
En marzo de 1944, la guerra estaba perdida para el Tercer Reich. Los tropas rusas avanzaban decididas por el Este y, al otro lado del canal de La Mancha, se ultimaban los preparativos para un desembarco de los aliados en Normandía.

Ante tal situación, Hitler, temiendo perder el control de su influencia por el Este, decide la ocupación militar absoluta de Hungría, hasta entonces aliada del Eje, y, tras la invasión, el propio Adolf Eichmann se traslada al país para supervisar los planes de exterminio de la comunidad judía.

En junio de 1944, los ejércitos aliados inician sus bombardeos sobre la ciudad y las embajadas de los distintos países comenzaron a abandonar la capital del país. Sanz Briz no abandona su destino y permanece en Budapest, ya que España era un país neutral (pero afín a los alemanes) y había que defender los intereses de los ciudadanos españoles.

Las deportaciones de judíos húngaros a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, tras implantar el Reich las leyes antisemitas, no tardaron en llegar. Los judíos son perseguidos, obligados a registrase y a coserse en la ropa la estrella de David como señal distintiva, para después ser enviados en trenes hasta los campos de concentración, de los que la gran mayoría no saldría. Sanz Briz fue testigo de cómo los judíos desaparecían o eran asesinados. Pero no se quedó quieto ante la barbarie de las temidas SS. El zaragozano puso en marcha su ingenio y temple diplomático para salvar a todos aquellos que pudiese.


La puesta en marcha. Colaboradores
Desde la legación española, Sanz Briz envía al Gobierno de Madrid la petición de ayuda para frenar las crueldades nazis. No se recibió respuesta, aunque en la capital española se sabían de antemano las intenciones de Hitler en Hungría. Miguel Ángel de Muguiro, encargado de Negocios en la legación española de Budapest, escribe a Madrid escandalizado ante la situación.

Un año antes, el secretario de la Embajada española en Berlín, Federico Olivar, había escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores pidiendo autorización para ayudar a los judíos del exterminio de que estaban siendo objeto por parte del III Reich. Con una pericia inusitada, el también diplomático español Miguel Ángel de Muguiro, titular de la Embajada española en Budapest, en connivencia con Olivar, rescata un viejo decreto promulgado por la Dictadura de Primo de Rivera en 1924 que daba la posibilidad de conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos (descendientes de judíos que vivieron en España hasta 1492). Lo que no sabían los alemanes era que la Ley había sido derogada por la II República en 1931. De esta manera, en un primer arrojo de gallardía, consiguen visados españoles y enviar a Tánger un cargamento de 500 niños, destinados a la cámara de gas en Polonia.

Pero el gesto de Muguiro despertó el recelo de los nazis y los húngaros, quienes presentan una hoja de protesta ante su superior en Madrid a fin de que cese en su puesto en la Embajada. Madrid no tiene más remedio que deponer a Muguiro y deja la titularidad de la legación en manos de su secretario, Sanz Briz, quien se convierte así en el responsable principal de la embajada española en Budapest. No sabían húngaros y alemanes que el nuevo embajador estaba metido en el ajo del salvamento de judíos.

Junto a Giorgio Perlasca, un italiano que había luchado en la Guerra Civil, perfecciona la idea de Muguiro. Había que hacer lo mismo, pero sin levantar sospechas, lo cual exigía una nueva y mejor planificación. Puestos de acuerdo, entran en escena. Perlasca simula su nacionalización española, a cuyo efecto cambia su nombre por el de Jorge para hacerlo todo más creíble, y es contratado en la Embajada.

Mientras están pergeñando su estrategia liberadora, Sanz Briz colabora, entre otros, con el embajador sueco Raoul Wallenberg. Este diplomático sueco había logrado convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores de su país para que lo enviasen a Budapest con una misión clara: salvar judíos. A Wallenberg se le atribuye la vida de unos 40.000 judíos húngaros. Sanz Briz cooperó también con el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que atendían una red clandestina de salvamento. Lutz había creado unos salvoconductos llamados “schutzbriefe”, unos suerte de visados de protección que, entre los judíos, tomó el nombre de “certificados de vida”. Éste fue el modelo que inspiró al zaragozano.

Sanz Briz dio un nuevo paso y envía al gobernador nazi Adolf Eichmann una carta rindiéndole cortesías, a la que adjuntaba una sustanciosa donación económica para garantizar el respeto a los españoles por parte de las SS (fuerzas nazis de represión). Los nazis desconocían el número exacto de sefardíes; no obstante, tras previo pago y suponiendo que se trataba de pocos, estarían dispuestos a ceder. Como resultas de una astuta y bien urdida gestión negociadora, la Embajada española obtiene 200 salvoconductos sólo para sefardíes. Pero arriesgando su propia vida, y poniendo en práctica tetra que asombra por su genialidad, Sanz Briz logra conceder estos visados a 5.200 judíos, auque de éstos, sólo 200 tenían raíces españolas.


El ingenio de Sanz Briz
Ahí llegó la picaresca española. ¿Cómo con 200 salvoconductos, cada uno de ellos válido para un solo titular, se pueden salvar a más de 5.000 personas? El propio Sanz Briz explicó años más tarde que los 200 documentos que le habían sido concedidos los convirtió en una suerte de visados familiares; por tanto, válidos para 200 familias. Además, la numeración de los documentos cedidos por los nazis se descompuso en muchísimas series, cada una diferenciada con las letras del alfabeto; es decir, además de que cada documento era para 4 ó 5 personas, cada número estaba compuesto de series: 134-A, 134-B, 134-C, 134-D... De esta manera, las 200 familias se multiplicaron indefinidamente. Sólo había que tener suma precaución en no expedir un documento que llevase el número superior al 200.

Un ejemplo de salvoconducto es el siguiente:

“Certifico que Mor Mannheim, nacido en 1907, residente en Budapest, calle de Katona Jozsef, 41, ha solicitado, a través de sus parientes en España, la adquisición de la nacionalidad española. La legación de España ha sido autorizada a extenderle un visado de entrada en España antes de que se concluyan los trámites que dicha solicitud debe seguir.”



Y como se ha referido unas líneas precedentes, los salvoconductos se expidieron a más de 5.000 judíos, muchos de los cuales no tenían nada que ver con descendientes de sefardíes.

Dada la situación de persecución generalizada que reinaba en el país, sólo faltaba resguardarlos de las garras de las SS. Mientras las autoridades húngaras tramitaban los salvoconductos, Sanz Briz, con su propio dinero, alquiló inmuebles para cobijar a sus españoles, alimentarlos y proporcionales atención médica. Los refugiados sólo podían salir a la calle un rato por la mañana. Por seguridad, hizo poner en las puertas y fachas de estos edificios un cartel: “Anejo a la Legación de España. Edificio extraterritorial”, por tanto, territorio extranjero. Allí, permanecerían hasta que Sanz Briz consiguiera un medio de transporte hacia Suiza, España o cualquier otro país donde estuvieran a salvo.


El final de la guerra y la vuelta a España
A finales de 1944, la caída de Budapest en manos del Ejército Rojo parece inminente. Como la España franquista no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS, Sanz Briz recibe la orden de abandonar la capital y trasladarse a Suiza. Previamente, el español dejó toda la infraestructura que había organizado en manos de sus colaboradores, entre los que hay que destacar a Giorgio Perlasca, quien, declarando ser cónsul español en Budapest, continuó su labor utilizando documentos de identidad españoles falsificados por él mismo. De esta manera, se consiguió mantener a salvo a los judíos hasta el 16 de enero de 1945, fecha en que los soviéticos entran en Budapest. La entrada soviética liberó de la represión a los judíos húngaros.

De regreso a España, el aragonés no recibió ninguna felicitación ni censura por su labor, aunque como buen cristiano, no esperaba nada a cambio: lo importante era salvar vidas y eso lo había logrado, cosa que se demuestra en las palabras de su hija, Adela Sanz-Briz, durante el homenaje concedido al diplomático por el Ministerio de Exteriores el 27 de octubre de 2008: “A lo largo de su carrera, mi padre siempre nos decía: lo que tuve el privilegio de hacer en Budapest es lo más importante que he hecho en mi vida”.

Entre 1946 y 1960 estuvo al frente de varias embajadas, legaciones y consulados, entre ellas, la de Lima, Berna, Vaticano y Bayona. En 1960, fue nombrado embajador en Guatemala, donde recibió la Gran Cruz de la Orden del Quetzal. En 1962, fue destinado a Estados Unidos, donde continuó su carrera diplomática en San Francisco y Washington y desempeñó el cargo de cónsul general en Nueva York. En 1964, fue embajador en Perú, país que le otorgó la Gran Cruz de la Orden del Sol. Años más tarde, en la Embajada de Holanda, le concedieron la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau. A continuación, pasó unos años en Bélgica, y en 1973 se estableció en China, siendo el primer embajador español en Pekín, ante el régimen de Mao Tse-Thung. Su último destino fue el Vaticano, en 1976, como embajador de España ante la Santa Sede, donde le concedieron la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno.


Fallecimiento de Sanz Briz

Durante su estancia en Roma, Ángel Sanz Briz fallece el 11 de junio de 1980. No era muy mayor. Le faltaban unos meses para cumplir sus 70 años. Con su muerte desaparecía un buen hombre, pero su huella por el mundo permanecería para siempre en la Historia de la Humanidad. Los sefarditas, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de “Ángel de Budapest”, resumiendo así lo que ellos decían con frecuencia: “¡El si llamava angel y bivio como un angel! ¡Que alma bendicha! (Él se llamaba Ángel y vivió como un ángel ¡Qué alma más bendita!).

Los judíos en España es el título de un interesante libro publicado en 1973, donde el propio Sanz Briz relata a Federico Ysart las circunstancias mediante las cuales pudo salvar a tantos judíos.


Reconocimientos y distinciones En 1991, los herederos de Ángel Sanz Briz recibieron el título de “Justo entre las Naciones” de manos del Museo del Holocausto Yad Vashem, de Israel, y reconoció su benefactora y desinteresada acción, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto junto a otros héroes, como el sueco Wallenberg y el alemán Schindler. En este museo se honra la memoria de seis millones de judíos europeos que fueron asesinados por el régimen nazi y sus colaboradores durante el III Reich. Tres años más tarde, el Gobierno del país escenario de toda la acción de Sanz Briz, le concedió, a título póstumo, la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara. Por otra parte, en 1995, el Gobierno húngaro, con motivo del 50.º aniversario del Holocausto, colocó una placa en uno de los edificios que sirvieron de albergues y refugio a los judíos, frente al parque de San Esteban de Budapest.

En España, Ángel Sanz Briz fue el primer diplomático español que apareció en un sello de correos y el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en su memoria en el portal de su casa de la calle Velázquez, que reza lo que sigue: “En esta casa vivió el embajador de España Ángel Sanz Briz, que salvó del Holocausto a miles de seres humanos en Budapest en el año 1944. Ayuntamiento de Madrid, 1996”. Fue distinguido con diferentes medallas y condecoraciones, entre ellas con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Comendador y Caballero de la Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Carlos III.

De igual manera, no fueron pocos los países que reconocieron sus méritos en defensa de los perseguidos. Así, entre otras distinciones, le fue concedida la Gran Cruz de Bélgica y la Gran Cruz de la Orden Pro Mérito Melitensi de Malta, y fue nombrado Comendador de la Corona de Italia y Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia.

Por fin, en el Talmud puede leerse una frase que define la humanidad de nuestro compatriota: “Quien salva la vida de un hombre, salva al mundo entero”.



martes, 25 de octubre de 2011

El Schindler salvadoreño

Una comisión oficial busca rescatar la memoria de un diplomático salvadoreño que salvó la vida de miles de judíos de los campos de exterminio nazi en los años cuarenta.

Publicado en BBC Mundo el 18/06/2008 por Eric Lemus

La vida del coronel José Arturo Castellanos, que fue destacado en el consulado de Ginebra, Suiza, entre 1942 y 1945, es uno de los hechos desconocidos de la historia de este país centroamericano durante la Segunda Guerra Mundial.

La obra de Castellanos, que murió en la pobreza y en el olvido en 1977, fue posible gracias a una serie de circunstancias, entre ellos el hallazgo realizado por un historiador y miembros del cuerpo diplomático.

Así la Cancillería salvadoreña nombró una comisión especial para investigar el caso y solicitar el reconocimiento ante el tribunal israelí de Yad Vashem, que tiene su sede en Jerusalén.

Militar de carrera

Castellanos estudió en la Escuela de Guerra de Turín, Italia, en los años treinta, y ocupó una de las jefaturas del Estado Mayor salvadoreño hasta que el gobierno de Maximiliano Hernández Martínez lo envió a Europa con la misión de comprar armas.

De aquel viaje, no regresó porque Hernández Martínez veía en él a un rival político y prefirió nombrarlo cónsul general en Liverpool, Inglaterra.

Luego, el militar fue designado diplomático en Hamburgo y finalmente Ginebra, donde entabló amistad con el empresario rumano Gyorgy Mandl, y que es una de las piezas claves en la historia.

Mandl, que adoptó el nombre de George Mandel-Mantello, le pidió ayuda a Castellanos para salvar a su familia de la deportación a los campos de concentración nazi.

Certificados de libertad

De acuerdo a los archivos nacionales, Castellanos creó el cargo ficticio de Primer Secretario en el consulado de Ginebra para proteger a Mandel-Mantello, quien le propuso salvar la vida de otras familias judías en la Europa oriental.

"Y así fue como Castellanos empezó a emitir certificados de nacionalidad salvadoreña para salvar a unos y luego a otros, y otros", relató a la BBC el diplomático Ernesto Arrieta Peralta, que es miembro de la comisión especial.

Los ahora llamados "papeles de la libertad" fueron certificados de nacionalidad salvadoreña emitidos a favor de grupos familiares, pero nadie sabía de su existencia hasta que el historiador Carlos Cañas-Dinarte encontró copia de los documentos en los archivos nacionales en San Salvador.

"En 1999 consulté un fondo que se llama Migración 1942 y, en medio de papeles de gente que iba a la región centroamericana, empezaron a aparecer estos expedientes de personas de origen judío, polaco, búlgaro, rumano, que solicitó ser reconocido como salvadoreño", contó Cañas a BBC.

Piezas de un retrato

Acerca de la saga de Castellanos poco se sabe, salvo que en 1972 el escritor Leon Uris visitó El Salvador en busca del hombre que rescató judíos en la Segunda Guerra Mundial. Aquella visita conmocionó la sociedad salvadoreña de la época.

El coronel Castellanos ofreció una pequeña entrevista a Radio Nacional en 1976, un año antes de su muerte, donde reveló la operación que montó en Europa, pero el caso pronto volvió al olvido.

Años más tarde, de forma aislada, aparecieron sobrevivientes del Holocausto en la embajada salvadoreña en Israel para agradecer por la emisión de los certificados de nacionalidad.

El ex embajador en Israel, Ernesto Arrieta Peralta, recuerda que así empezó a documentar el caso de Castellanos y después se enteró de la investigación particular de Cañas-Dinarte con quien unió esfuerzos para reconstruir la vida del coronel Castellanos.

Justo entre las naciones

El presidente honorario de la comunidad judía en El Salvador, Claudio Kahn, es uno de los principales promotores para incorporar el nombre del salvadoreño en el Museo de Yad Vashem.

Kahn está radicado en el país desde 1964 y ha financiado los viajes de los investigadores a Europa y Estados Unidos, más la publicación de un libro que reseña la vida de este diplomático.

El empresario judío salvadoreño explica que cuando aprueban el caso, lo declaran "Justo entre las naciones" e inscriben el nombre en una sala donde hay 22.310 personas no judías. "Alguno de ellos, a veces solamente salvaron uno o dos; en cambio, en el caso del coronel es tan grande que lo vemos con mucho orgullo. Creemos que es importante que se conozca el caso internacionalmente", dijo Kahn a BBC.

Una de las hijas del diplomático, Frida García Castellanos, considera que el origen de esta historia fue la relación entre dos amigos, uno en peligro y el otro ayudándolo.

"Cuando supe de la historia después de la visita de Leon Uris, le dije: papá, ¿por qué nunca lo contaste? ¿Y sabe qué me dijo? Porque cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo. Para él no fue nada ni heroico, ni espectacular".





domingo, 11 de septiembre de 2011

69 años del 'Partido de la Muerte'

El duelo inspiró el exitoso film 'Evasión o victoria'

69 años del 'Partido de la Muerte'

* El 9 de agosto de 1942, el FC Start, formado por ex futbolistas del Dinamo y el Lokomotiv de Kiev, venció por segunda vez a un equipo de oficiales de la Luftwaffe alemana durante la ocupación nazi de la URSS
* Una semana después, sus integrantes fueron enviados a un campo de trabajo, donde tres de ellos fueron ejecutados
* Otro integrante murió tras ser torturado

Santiago Siguero 09/08/11 - 08:17. Diario Marca

08/09/1962 TRAS EL SEGUNDO PARTIDO

Tal día como hoy, un 9 de agosto pero de 1942, se jugó en Kiev el partido fútbol más cruel de la historia. Fue bautizado como el 'Partido de la Muerte'. Lo fue, literalmente, para varios futbolistas ucranianos. El mito, cultivado por la propaganda soviética, germinó, paradójicamente, en un gran éxito de Hollywood: 'Evasión o victoria'.

Pero la historia real fue muy diferente a la que contó el cine. Su escenario fue la Ucrania ocupada por el Ejército Nazi. Allí, un equipo de fútbol inspiró la resistencia a la ocupación alemana. Fue el FC Start, que humilló a los invasores y provocó la cruel reacción de la cúpula del Tercer Reich, causando la muerte de al menos cuatro futbolistas locales -algunas fuentes hablan de cinco-.

El FC Start fue creado por futbolistas del Dinamo de Kiev -en su mayoría- y del Lokomotiv, su rival ciudadano. El nuevo club nació en una panadería, propiedad de un hincha del Dinamo de origen alemán que dio trabajo a Trusevich, el portero de su equipo, condenado a la indigencia tras la ocupación de la capital de Ucrania. Poco se sabe de las motivaciones del dueño del local situado en Kiev 3. Para unos, fue un gesto altruista el que llevó a Josef Kordik a contratar a Trusevich como limpiador y encargarle la búsqueda del resto de sus compañeros para resucitar al Dinamo; otros creen que lo hizo sólo para lucrarse a su costa, subastándolos como si fueran ganado para jugar partidos gracias a su buena sintonía con las fuerzas de ocupación.

CARTEL ANUNCIADOR

El Start jugó su primer partido en junio de 1942. Fue ante el Rukh, un equipo local, al que goleó 7-2. Poco después, pasó a medirse a equipos formados por soldados de las fuerzas invasoras, alemanes, húngaros o rumanos. Hasta que topó con la Luftwaffe y las SS. Tras una serie inmaculada de victorias, el 6 de agosto, el Start se ensañó también con el Flakelf, conjunto formado por militares de élite de la aviación alemana, al que derrotó por 5-1. Los germanos pidieron revancha. El partido quedó fijado para el 9 de agosto.

Según la leyenda, los ucranianos se negaron a hacer el saludo nazi antes del partido y en el descanso fueron advertidos de las fatales consecuencias de una posible victoria

A día de hoy, lo único que se sabe a ciencia cierta de aquel encuentro es que los ucranianos volvieron a ganar, esta vez 5-3. Según la leyenda, antes del partido, el árbitro, un oficial de las SS, pidió a los soviéticos que hicieran el saludo nazi ante las autoridades germanas presentes en el Zenit Stadium -llamado hoy Start Stadium en homenaje a aquel legendario equipo-. En el descanso, otro oficial alemán visitó a los locales (que ganaban ya 2-1) para advertirles de las fatales consecuencias de una posible victoria.

Pero el Start ganó. Se sobrepuso a la violencia del Flakelf -que marcó un gol con Trusevich fuera de combate tras recibir una patada en la cabeza- e impuso su calidad a la evidente superioridad física rival. Según la hagiografía soviética, un jugador del Dinamo, Goncharenko, hizo un gol tras bailar a toda la zaga alemana. Y otro, el defensa Oleksey Klimenko, hizo lo propio en la recta final del partido. Sin embargo, no marcó; regateó hasta al portero rival, pero optó por el humillante indulto. El Start era ya el orgullo de Kiev, su última esperanza de resistencia y libertad.

Esa segunda derrota fue demasiado para los alemanes, que prepararon la venganza en frío. Una semana después, el 16 de agosto, el Start volvió a ser obligado a jugar, de nuevo ante el Rukh (8-0). Tras el partido, la Gestapo arrestó a varios jugadores, oficialmente por pertenecer a la NKVD, el órgano represor de Joseph Stalin. En realidad, uno de ellos, Mikola Korotkykh, ya había sido detenido antes del partido del 6 de agosto y murió unas semanas después, tras ser torturado. El resto fueron enviados al campo de trabajo de Sirets, donde Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko fueron ejecutados en febrero de 1943.

Propaganda

Pese a que en los primeros años de la posguerra se llegó a acusar al Start de colaboracionismo con los nazis, su historia fue después convenientemente explotada por la propaganda soviética, que convirtió a sus víctimas en héroes del régimen. En la URSS surgieron las dos primeras películas sobre el asunto, a las que siguió una húngara, 'El último gol' (en 1961), y, bajo toneladas de maquillaje -oficiales británicos, resistentes franceses y figuras mundiales como Pelé, Ardiles o Bobby Moore-, la versión americana, la exitosa 'Evasión o victoria', de 1981. Pocos sospecharon entonces que su guión había comenzado a gestarse 40 años antes, en una destartalada panadería de Kiev.

MONUMENTO HOMENAJE EN KIEV

Una historia que aún vive

A John Huston, un director con pose de duro, se le fue la mano con el almíbar en una historia que sólo en el cine pudo tener un final feliz. De hecho, el recuerdo de aquel partido sigue vivo, envuelto siempre en nebulosas y polémicas. En 2005, un tribunal de Hamburgo declaró "no probada" la vinculación entre la muerte de los futbolistas ucranianos y su doble victoria ante el Flakelf. Sin embargo, siete décadas después, los poseedores de boletos para el partido del 9 de agosto de 1942 siguen teniendo libre acceso a los partidos del Dinamo. Y, a las puertas del Start Stadium, un grupo escultórico de inconfundible inspiración en el realismo socialista recuerda a los futbolistas que eligieron ganar antes que vivir. "De la rosa sólo nos queda el nombre", reza su epitafio.
FOTOGRAMA DE LA PELICULA EVASION O VICTORIA

VIDEO

miércoles, 13 de julio de 2011

FORT BREENDONK 1940-1944

Fort Breendonk es una fortificación construida en 1906 como parte del segundo anillo de defensas (The Réduit National) alrededor de la ciudad de Amberes (Bélgica). Originalmente parte de una cadena de fortalezas construidas para defender a Bélgica contra un ataque alemán, Breendonk esta cerca de la ciudad del mismo nombre, a unos 12 kilómetros al suroeste de Amberes. Estaba cubierta por una capa de cinco metros de espesor de tierra (para la defensa contra ataques) y un foso lleno de agua, y mide 656 por 984 pies. La fortaleza fue utilizada como un campo de prisioneros por los ocupantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, el sitio es un monumento nacional (Nationaal Gedenkteken Fort van Breendonk en holandés), y puede ser visitado.

El ejército alemán invadió y ocupó Bélgica en 1940. Fort Breendonk era obsoleto y no era la respuesta a la guerra mecanizada. La fortaleza fue brevemente la sede del comando de Bélgica durante las primeras semanas después de la invasión, pero fue abandonada en la causa de los avances alemanes.

Los nazis transformaron Fort Breendonk en un campo de prisioneros. El 20 de septiembre de 1940, los primeros prisioneros llegaron. Inicialmente, los presos eran delincuentes de poca monta, la gente considera anti-social, o los intrusos de las leyes de la nueva raza. Más tarde, los combatientes de la resistencia, los presos políticos y rehenes inocentes fueron detenidos también. Otra sección fue usada como campo de tránsito para Judios de ser enviado a campos de exterminio como Auschwitz.

Unidades de las SS alemanas, así como flamencos vigilado este campo. 185 presos fueron ejecutados, y muchos otros fueron transportados a campos de concentración. Los postes de la ejecución y la horca todavía están allí, al igual que una cámara de torturas espantosas SS. Contrariamente a la creencia popular nunca hubo cámaras de gas en Fort Breendonk.

Menos de 4.000 presos en total, fueron confinados en Breendonk durante su existencia. La mayoría de los prisioneros no judíos eran miembros de izquierda de la resistencia belga o fueron tomados como rehenes por los alemanes. Varios cientos de personas fueron asesinadas en el campo a través de la tortura, las ejecuciones, y las duras condiciones. En septiembre de 1941, los prisioneros comunistas belgas fueron enviados al campo de concentración de Neuengamme.

Los prisioneros judíos en Breendonk fueron separados de los otros hasta el año 1942. A partir de entonces, Judios fueron trasladados al campo de tránsito de Mechelen (Malinas, Bélgica), o directamente deportados al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en Polonia bajo ocupación nazi. En total más de 15 unidades de transporte (en su mayoría Judios) abandonaron el campamento, casi nadie sobrevivió.

A su llegada al campamento, los nuevos reclusos fueron llevados al patio donde tendría que estar mirando a la pared hasta su procesamiento en el campamento. La tenían prohibido moverse y cualquier movimiento era severamente castigado. En el campo de castigo consistió en golpes, torturas en una cámara especialmente diseñada, la horca o por fusilamiento, ya sea en el campo o en sus cercanías. El comandante del campo Lagerkommandant Phillip Schmitt era conocido tener su perro un pastor alemán suelto entre los internos. Su esposa también era conocido por vagar por el campo, ridiculizando a los presos y ordenando castigos a su antojo. Una vez que un preso, un niño judío de menos de 20 años de edad, no pudo seguir trabajando. Un guardia de las SS lo arrojó al foso, pero no sabía nadar y se negaron a dejarlo salir. Luchó por más de 15 minutos antes de que finalmente se ahogara.

Los presos fueron obligados a ver todas las ejecuciones que tuvieron lugar. Que sólo se les permitía ir al baño dos veces al día (una gran cuba circular en el centro de uno de los patios), todos juntos, al mismo tiempo.

Los prisioneros fueron sometidos a trabajos forzados, que consistía en la eliminación de la gruesa capa de tierra vegetal que cubría la fortaleza. En los últimos años Fort Breendonk fue utilizado por los nazis, los millones de metros cúbicos de tierra que cubre la fortaleza fueron retirados por los presos con la mano a un ritmo agotador. La tierra tuvo que ser trasladado para crear un muro de alta tierra circular alrededor de la fortaleza para ocultar el campo de la vista. Los presos sólo tenían las herramientas de mano para realizar esta tarea enorme y el suelo tuvo que ser transportado a la pared exterior a través de carros de mano en un sistema de ferrocarril de vía estrecha. El terreno en el campo a menudo estaba muy empapado lo que causaba que los carriles se hundieran en el fango. Los presos tenian después de mover los carros totalmente a mano (llena de suciedad que pesaba más de una tonelada cada uno), empujando y arrastrando hacia atrás y adelante sobre una distancia de más de 300 metros. Este régimen fue impuesto por más de 12 horas al día, siete días a la semana, incluso en las peores condiciones meteorológicas. Se daban las órdenes en alemán, así que fueron los presos se veian obligados a aprender las palabras básicas rápidamente o de lo contrario ser castigado por no obedecer las órdenes.

El Alojamiento en el fuerte consistía estaba en el antiguo cuartel. Construido con piedra gruesa, era extremadamente frío y húmedo, porque no había ventanas y sólo una ventilación mínima. En cada habitación del cuartel sólo había una estufa de carbón pequeña, y proporcionar suficiente calentamiento era casi imposible. Las habitaciones fueron diseñadas originalmente para no más de 38 personas, pero a menudo eran alojados más de 50 reclusos durmiendo en literas de tres niveles en los colchones de paja. Los internos sólo tenian un solo cubo pequeño por habitación para un necesidad en la noche. Esto causó gran lucha entre los reclusos, que fue probablemente lo que los guardias querían.

Prisioneros judíos fueron separados de los otros reclusos y alojados en barracones de madera construidos especialmente. Estos barracones fueron aislados.

Otros prisioneros fueron alojados en las células, ya sea en pequeños grupos o individualmente. El objetivo era aislar a ciertos prisioneros para los interrogatorios y las torturas más tarde.

La comida estaba racionada severamente por los presos y distribuidos en cantidades diferentes para los distintos tipos de reclusos. Los Judios recibian la menor cantidad de alimento y agua. Los prisioneros tenian tres comidas al día. El desayuno consistía en dos tazas de un sustituto del café hecho de bellotas asadas y 125 gramos (4 oz.) De pan. El almuerzo era normalmente un plato de sopa (en su mayoría sólo agua caliente). La cena fue de nuevo 2 tazas de un sustituto del café hecho de bellotas asadas y 100 gramos (3 oz.) De pan (a veces con una cucharada de mermelada o azúcar). Esto estaba lejos de ser suficiente para mantener a un ser humano, sobre todo teniendo en cuenta el intenso frío o calor, el trabajo duro y los castigos físicos a los que los prisioneros eran sometidos.

Por esta razón Fort Breendonk ha sido descrito como uno de los peores campos de toda Europa. Las condiciones en el campo fue tan cruel y duro que los que quedaron con vida eran tan débiles que sus posibilidades de supervivencia en el destino final se vio seriamente obstaculizada, y con frecuencia los prisioneros estaban tan enfermos y débiles que fueron llevados directamente a las cámaras de gas o simplemente muertos a las pocas semanas de su llegada. Menos del 10% de los casi 4.000 presos sobrevivieron a la guerra.

LAS SIGUIENTES FOTOGRAFIAS FUERON REALIZADAS EN JULIO DE 2011