La leyenda de Eduard Streltsov, a quien sólo la política y el KGB impidieron convertirse en uno de los mejores futbolistas de la historia.
Publicado en Libertad Digital el 12/01/2011
Publicado en Libertad Digital el 12/01/2011
El nombre de Eduard Streltsov quizá no les suene demasiado. Para ponerles en contexto, hablamos de un futbolista ruso considerado por muchos como el mejor jugador que ha dado el país. La rocambolesca historia del llamado Pelé soviético incluye política, mujeres, acusaciones falsas, KGB y fútbol.
Nacido en Perovo en 1937, fue criado en solitario por su madre después de que su padre, militar, no regresara de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó a jugar en un equipo del barrio hasta que, tras un partido amistoso, el Torpedo de Moscú lo ficha con 16 años. Poco iba a tardar en convertirse en el nuevo ídolo de la afición, y no era para menos. El día de su debut con el primer equipo, con 16 años, logró cuatro goles; al año siguiente, juega sus primeros 45 minutos con la selección soviética y marca un hat-trick. Todo el país cayó rendido a sus pies y la afición del Torpedo pasó a venerarlo como una divinidad.
Delantero muy fuerte físicamente y muy dotado técnicamente, se dice de él que, pese a su individualismo, dominaba todas las facetas del juego. Era rápido, tenía un gran disparo, una habilidad desmesurada y una gran inteligencia en sus movimientos. Bien pronto se le puso a la altura de Lev Yashin, el auténtico mito del fútbol soviético.
Tanta fama cuando se es tan joven es muy difícil de digerir, y eso es lo que le sucedió a Streltsov, quien se convirtió en un asiduo de las noches repletas de fiesta, alcohol y lujuria. Pero a nadie le importaba, puesto que la joven estrella seguía deslumbrando en los terrenos de juego, como lo demuestra el oro logrado en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 –cuando a los JJOO acudían las selecciones de verdad–. A nadie, menos al KGB, que veía en su carácter y su imagen un peligro contra el régimen, un rebelde capaz de intoxicar a la juventud socialista con sus ansias de libertad.
Dos hechos marcaron su futuro deportivo y personal. Poco antes del Mundial de Suecia'58, al que la URSS debía llegar como clara favorita, la nomenklatura soviética le pidió que firmara por el CSKA, el equipo del ejército, o por el Dinamo de Moscú, la escuadra del KGB, algo a lo que Streltsov se negó rotundamente, asegurando que nunca abandonaría el Torpedo, el equipo de sus amores.
Eso no sentó nada bien en las altas instancias soviéticas, pero peor aún fue el lío de faldas que tuvo. Acostumbrado a saltar de cama en cama, pese a estar prometido con su chica de toda la vida, fue a parar al lugar equivocado. Nada menos que al de Svetlana Furtseva, la hija de Iekaterina Furtseva, la primera mujer que entró en el Politburó del Comité Central del Partido Comunista, y una de las mujeres que más poder tuvo en la historia soviética. Al parecer, Svetlana cayó perdidamente enamorada del futbolista y su madre, acostumbrada a que obedecieran sus órdenes, llamó a Eduard a una recepción en el Kremlin y le aconsejó que se casase con su hija. La estrella, jugándose el tipo, rechazó tal proposición alegando que ya estaba prometido. Y eso ya fue intolerable.
Dos gestos que molestaron, y mucho, al régimen soviético, al que le importaba mucho más la actitud de un futbolista que se había convertido en ídolo e imagen de la juventud del país que su gran rendimiento en el terreno de juego. Lo que sucedió a continuación nunca se podrá saber si fue cierto o no, pero se puede deducir.
El caso es que, pocos días después de tal afrenta, se convocó una fiesta para los jugadores de la URSS para celebrar una victoria en un partido amistoso. Como era habitual en ese tipo de convites, el alcohol y las chicas abundaban. Todo normal. Hasta que al día siguiente apareció violada Marina Lebedeva, una chica de 20 años. De inmediato Streltsov y dos compañeros de selección fueron detenidos y acusados del delito.
Como solía suceder en aquella época, los versiones eran muy confusas. Las autoridades culpaban claramente al futbolista, mientras que todos sus compañeros y los aficionados aseguraban su inocencia, llegando incluso a manifestarse en su defensa. Por eso todos se quedaron de piedra cuando el propio Streltsov confesó su autoría, reconociendo que había violado a la chica. Al parecer, después de haberle torturado durante horas, le prometieron que si se declaraba culpable le permitirían disputar el Mundial, que estaba a pocos días de comenzar. Incluso algunas versiones aseguran que amenazaron con matar a su familia si contaba la verdad.
De todos modos, y aunque confesara su culpabilidad, el futbolista nunca disputaría ese Mundial y, de hecho, fue enviado a un gulag para los próximos doce años. Mientras tanto, la URSS caía derrotada en cuartos de final ante Suecia, la misma selección a la que, con Streltsov como estrella, habían goleado (6-0) sólo dos años antes.
En 1963 volvía a ser liberado. Fue extraño que sólo cumpliera cinco años de los doce previstos en la condena, aunque quizá tuvo algo que ver que fue en ese mismo año cuando Iekaterina Furtseva perdió el apoyo del primer secretario, Nikita Kruschev.
Gracias a la intervención de Breznev, dos años después se le permitió volver a jugar a fútbol, y lo hizo, cómo no, en su Torpedo. Aunque ya no era el mismo, pues tanto tiempo alejado de los terrenos de juego se notaba y, sobre todo, cinco años de duros trabajados forzados hicieron mella, continuaba siendo uno de los mejores futbolistas del país, cambiando radicalmente su estilo de juego. De hecho, se proclamó de nuevo campeón de Liga en 1967, año en el que sería elegido mejor futbolista de la URSS. Incluso volvió a ser internacional con la Unión Soviética, aunque ya no disputaría ningún Mundial, pues en 1970, su mejor oportunidad para hacerlo en México, decidió retirarse y meterse en el banquillo del Torpedo.
Streltsov moriría de cáncer de garganta en 1990, justo cuando la Unión Soviética se caía a trozos. Muchas han sido las formas en la que han tratado de conmemorar al maravilloso futbolista en Rusia. Desde 1996 el premio al mejor jugador del año se denomina Streltsov y el estadio del Torpedo, actualmente en la segunda división, lleva su nombre. Además, en la entrada se encuentra una estatua de su figura, al igual que en el principal estadio de Moscú, el Luzhniki.
Ademas, en 2001 se formó el Comité Streltsov con el fin de tratar de lograr limpiar su nombre y su historia. El líder de la campaña, el campeón de ajedrez Anatoly Karpov, afirmó que "si no hubiera sido por esa terrible condena, Streltsov sin duda se habría convertido en el mejor futbolista del mundo" y que "habría sido más grande que Pelé".
Pero sobre todo para el recuerdo queda un gesto, un detalle, mezcla de leyenda y realidad. Poco después de su muerte, una mujer fue a llevar flores a su tumba. Era Marina Lebedeva, la chica que supuestamente le había acusado de una violación que, probablemente, nunca existió.
Nacido en Perovo en 1937, fue criado en solitario por su madre después de que su padre, militar, no regresara de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó a jugar en un equipo del barrio hasta que, tras un partido amistoso, el Torpedo de Moscú lo ficha con 16 años. Poco iba a tardar en convertirse en el nuevo ídolo de la afición, y no era para menos. El día de su debut con el primer equipo, con 16 años, logró cuatro goles; al año siguiente, juega sus primeros 45 minutos con la selección soviética y marca un hat-trick. Todo el país cayó rendido a sus pies y la afición del Torpedo pasó a venerarlo como una divinidad.
Delantero muy fuerte físicamente y muy dotado técnicamente, se dice de él que, pese a su individualismo, dominaba todas las facetas del juego. Era rápido, tenía un gran disparo, una habilidad desmesurada y una gran inteligencia en sus movimientos. Bien pronto se le puso a la altura de Lev Yashin, el auténtico mito del fútbol soviético.
Tanta fama cuando se es tan joven es muy difícil de digerir, y eso es lo que le sucedió a Streltsov, quien se convirtió en un asiduo de las noches repletas de fiesta, alcohol y lujuria. Pero a nadie le importaba, puesto que la joven estrella seguía deslumbrando en los terrenos de juego, como lo demuestra el oro logrado en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 –cuando a los JJOO acudían las selecciones de verdad–. A nadie, menos al KGB, que veía en su carácter y su imagen un peligro contra el régimen, un rebelde capaz de intoxicar a la juventud socialista con sus ansias de libertad.
Dos hechos marcaron su futuro deportivo y personal. Poco antes del Mundial de Suecia'58, al que la URSS debía llegar como clara favorita, la nomenklatura soviética le pidió que firmara por el CSKA, el equipo del ejército, o por el Dinamo de Moscú, la escuadra del KGB, algo a lo que Streltsov se negó rotundamente, asegurando que nunca abandonaría el Torpedo, el equipo de sus amores.
Eso no sentó nada bien en las altas instancias soviéticas, pero peor aún fue el lío de faldas que tuvo. Acostumbrado a saltar de cama en cama, pese a estar prometido con su chica de toda la vida, fue a parar al lugar equivocado. Nada menos que al de Svetlana Furtseva, la hija de Iekaterina Furtseva, la primera mujer que entró en el Politburó del Comité Central del Partido Comunista, y una de las mujeres que más poder tuvo en la historia soviética. Al parecer, Svetlana cayó perdidamente enamorada del futbolista y su madre, acostumbrada a que obedecieran sus órdenes, llamó a Eduard a una recepción en el Kremlin y le aconsejó que se casase con su hija. La estrella, jugándose el tipo, rechazó tal proposición alegando que ya estaba prometido. Y eso ya fue intolerable.
Dos gestos que molestaron, y mucho, al régimen soviético, al que le importaba mucho más la actitud de un futbolista que se había convertido en ídolo e imagen de la juventud del país que su gran rendimiento en el terreno de juego. Lo que sucedió a continuación nunca se podrá saber si fue cierto o no, pero se puede deducir.
El caso es que, pocos días después de tal afrenta, se convocó una fiesta para los jugadores de la URSS para celebrar una victoria en un partido amistoso. Como era habitual en ese tipo de convites, el alcohol y las chicas abundaban. Todo normal. Hasta que al día siguiente apareció violada Marina Lebedeva, una chica de 20 años. De inmediato Streltsov y dos compañeros de selección fueron detenidos y acusados del delito.
Como solía suceder en aquella época, los versiones eran muy confusas. Las autoridades culpaban claramente al futbolista, mientras que todos sus compañeros y los aficionados aseguraban su inocencia, llegando incluso a manifestarse en su defensa. Por eso todos se quedaron de piedra cuando el propio Streltsov confesó su autoría, reconociendo que había violado a la chica. Al parecer, después de haberle torturado durante horas, le prometieron que si se declaraba culpable le permitirían disputar el Mundial, que estaba a pocos días de comenzar. Incluso algunas versiones aseguran que amenazaron con matar a su familia si contaba la verdad.
De todos modos, y aunque confesara su culpabilidad, el futbolista nunca disputaría ese Mundial y, de hecho, fue enviado a un gulag para los próximos doce años. Mientras tanto, la URSS caía derrotada en cuartos de final ante Suecia, la misma selección a la que, con Streltsov como estrella, habían goleado (6-0) sólo dos años antes.
En 1963 volvía a ser liberado. Fue extraño que sólo cumpliera cinco años de los doce previstos en la condena, aunque quizá tuvo algo que ver que fue en ese mismo año cuando Iekaterina Furtseva perdió el apoyo del primer secretario, Nikita Kruschev.
Gracias a la intervención de Breznev, dos años después se le permitió volver a jugar a fútbol, y lo hizo, cómo no, en su Torpedo. Aunque ya no era el mismo, pues tanto tiempo alejado de los terrenos de juego se notaba y, sobre todo, cinco años de duros trabajados forzados hicieron mella, continuaba siendo uno de los mejores futbolistas del país, cambiando radicalmente su estilo de juego. De hecho, se proclamó de nuevo campeón de Liga en 1967, año en el que sería elegido mejor futbolista de la URSS. Incluso volvió a ser internacional con la Unión Soviética, aunque ya no disputaría ningún Mundial, pues en 1970, su mejor oportunidad para hacerlo en México, decidió retirarse y meterse en el banquillo del Torpedo.
Streltsov moriría de cáncer de garganta en 1990, justo cuando la Unión Soviética se caía a trozos. Muchas han sido las formas en la que han tratado de conmemorar al maravilloso futbolista en Rusia. Desde 1996 el premio al mejor jugador del año se denomina Streltsov y el estadio del Torpedo, actualmente en la segunda división, lleva su nombre. Además, en la entrada se encuentra una estatua de su figura, al igual que en el principal estadio de Moscú, el Luzhniki.
Ademas, en 2001 se formó el Comité Streltsov con el fin de tratar de lograr limpiar su nombre y su historia. El líder de la campaña, el campeón de ajedrez Anatoly Karpov, afirmó que "si no hubiera sido por esa terrible condena, Streltsov sin duda se habría convertido en el mejor futbolista del mundo" y que "habría sido más grande que Pelé".
Pero sobre todo para el recuerdo queda un gesto, un detalle, mezcla de leyenda y realidad. Poco después de su muerte, una mujer fue a llevar flores a su tumba. Era Marina Lebedeva, la chica que supuestamente le había acusado de una violación que, probablemente, nunca existió.
Publicado en Libertad Digital el 12/01/2011
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