El teniente del ejército del aire británico Alex Cassie fue el encargado de proveer de salvoconductos falsos a los 76 prisioneros que se fugaron del campo de Stalag Luft III durante la II Guerra Mundial. El oficial, que sufría de claustrofobia, decidió quedarse en los barracones para no entorpecer la fuga. Aquello le salvó la vida.
La madrugada del 24 al 25 de marzo de 1944 era una noche cerrada, sin luna, en el campo de prisioneros de Stalag Luft III, a 160 kilómetros al sureste de Berlín. Aquella oscuridad proporcionó la coartada perfecta para que un grupo de 76 prisioneros de guerra, en su mayoría británicos, protagonizasen la fuga más recordada de la II Guerra Mundial.
Durante meses, los combatientes aliados habían excavado un túnel a 10 metros de profundidad bajo sus barracones, y aquella noche oscura se decidieron a recorrer a rastras los apenas 103 metros que les separaban de la libertad.
En sus bolsillos, llevaban unas excelentes falsificaciones de cédulas de identificación, salvoconductos e incluso cartas de sus supuestas novias o esposas, redactadas en un perfecto alemán, claro. Toda precaución era poca para no caer en las garras de la Gestapo.
La mayoría de aquella documentación nació de la pericia de Alex Cassie, teniente del ejército del aire británico apresado después de que el ejército nazi derribase su avión mientras intentaban hundir un submarino alemán en el Golfo de Vizcaya en septiembre de 1942. Cassie fue quien organizó a los 12 copistas que elaboraron las falsificaciones, lo que le convirtió en una de las figuras claves que propició ‘La Gran Evasión’.
Tras la muerte el año pasado de Jack Harrison, se convirtió en el único miembro vivo de la llamada ‘X-Organisation’, el comité de presos que organizó la fuga. Tras su fallecimiento el pasado 5 de abril en un asilo de Surrey (Inglaterra) a los 95 años de edad, aquel memorable episodio bélico ha quedado huérfano.
Financiada con tabaco
Para elaborar los documentos, Cassie y su equipo de falsificadores utilizaron el mejor papel de los libros que llegaban al campo de prisioneros de la mano de Cruz Roja. El resto de los elementos necesarios –entre ellos, la tinta y el material fotográfico– lo consiguieron sobornando a los guardas con tabaco.
Incluso consiguieron una máquina de escribir alemana con la que calcar la tipografía utilizada por los nazis en sus salvoconductos. Cassie envejeció los documentos sumergiéndolos en te frío y los estampó con sellos fabricados con los tacones de caucho de las botas militares.
Su particular personalidad inspiró el personaje del teniente Colin Blythe, interpretado por Donald Pleasence en la adaptación cinematográfica de la multitudinaria fuga de Stalag Luft III, protagonizada en 1963 por Steve McQeen, James Garner y Charles Bronson. “Como entretenimiento cinematográfico es muy notable, pero la película no es demasiado fiel a lo que sucedió en realidad”, explicó Cassie al diario escocés ‘The Aberdeen Press’ en el año 2000.
Presa del pánico
A pesar de estar entre los elegidos para abandonar el campo de prisioneros, Cassie decidió no entrar en el túnel la noche de la fuga. Tenía claustrofobia y temía que el pánico se apoderase de él y echase abajo la operación. Aquello, muy probablemente, le salvó la vida.
Entre los 76 hombres que lograron escapar, sólo tres consiguieron llegar sanos y salvos hasta el Reino Unido. La suerte fue más esquiva para los otros 73 fugados: 23 fueron capturados y devueltos al campo de concentración, mientras que los 50 restantes fueron ejecutados por los nazis.
“Mis cinco compañeros de barracón murieron fusilados”, recordó Cassie en una de sus últimas entrevistas, concedida al periódico británico ‘The Sun’ en 2001. “Todavía me pregunto por qué no fui”, explicaba, mientras reconocía que todavía entonces, casi 60 años después, le invadía el sentimiento de culpa: “¿Por qué tuve que ser yo el afortunado?”.
Escrito por Roberto Arnaz el 23/04/2012 para Informacion.com.
No hay comentarios:
Publicar un comentario