martes, 15 de septiembre de 2015

EL DIABLO SALVÓ A UNA FAMILIA DE ENANOS EN AUSCHWITZ

Las niñas Eva y KittyMaximiliano Kolbe, lossefarditas e incluso las mujeres en general, han sido protagonistas de terribles historias, y todas ellas ocurrieron en el mismo lugar… el campo de exterminio de Auschwitz. En esta ocasión, y aún siendo una historia salpicada de crueldad y menosprecio, tiene un final feliz… es la historia delos Ovitz, la familia de enanos rumanos que sobrevivió a Auschwitz. Una frase que podría resumir esta historia la pronunció Perla Ovitz
Fuimos salvados por la gracia del diablo.
Porque, además, este “diablo” tiene nombre y apellidos… Josef Mengeleel Ángel de la Muerte.

Los Ovitz, de origen judío y originarios de Rozavlea en Transilvania (Rumanía), fueron, y son, la familia con mayor número de miembros afectados por acondroplasia, la causa más común de enanismo. El rabino Shimshon Ovitz, también enano, se casó dos veces con mujeres de talla normal y tuvo en total 10 hijos, 7 de ellos enanos: cinco mujeres (Rozika, Franzika, Frieda, Elizabeth y Perla, la menor nacida en 1921) y dos varones (Avram y Micki). Con pocas posibilidades de labrarse un futuro y porque también llevaban en la sangre aquello de ser artistas -su padre antes que rabino había sido badchen, una especie de comediante o animador de fiestas-, hicieron de la necesidad virtud y crearon la Troupe de Lilliput. Durante años la Troupe de Lillilput, compuesta por todos los miembros de la familia, recorrieron Europa con un espectáculo de música y humor en el que los enanos eran los artistas y los miembros de talla normal trabajaban detrás del escenario. A pesar de su condición de enanos y judíos -unos y otros fueron víctimas de las políticas nazis de higienización de la raza-, los primeros años de la guerra no fueron para los Ovitz más difíciles que para el resto de los europeos, incluso se amplió el número de miembros con matrimonios y algún nacimiento.

Todo cambiaría el 19 de mayo 1944 cuando toda la familia fue arrestada en Hungría y, como el resto de judíos, llevados al campo Auschwitz. Ya en el campo, y mientras bajaban del vagón, uno de los oficiales que los recibió se quedó impresionado al ver a siete enanos elegantemente vestidos -habían sido capturados mientras actuaban- que, además, eran miembros de la misma familia. Sabedor de la pasión obsesiva del doctor Josef Mengele -médico oficial del campo desde hacía un año- por experimentar con humanos, pensó que sería una buena idea avisarle… y lo fue. Cuando Meguele los vio, los separó del resto de prisioneros y ordenó habilitar unas dependencias especialespara sus nuevas “adquisiciones/cobayas” -“Ahora tengo trabajo para más de 20 años“, dijo el médico-. Aquel capricho del destino, les salvó la vida. Para Mengele aquella familia -siete miembros con el mismo trastorno genético- era como la piedra Rosetta en su experimentación para la reproducción selectiva de la raza aria. De hecho, hasta aquel momento, las víctimas favoritas para el Ángel de la Muerte habían sido los gemelos, por aquello de ser copias el uno del otro. Debió pensar que gemelos tenía muchos con los que experimentar -de hecho, muchos fallecieron en su experimentos-, pero sólo tenía una familia de enanos, así que se preocupó de que, mientras no estuviesen en el laboratorio, su estancia no fuese especialmente cruenta, e incluso en el trato con ellos era cordial y se hacía llamar “tío” por los miembros más jóvenes. Eso sí, en el laboratorio, volvían a su condición de cobayas humanas… (palabras de Elisabeth Ovitz)
Los experimentos más terribles de todos eran los ginecológicos. Nos ataban a la cama y comenzaba la tortura. Nos inyectaban cosas en el útero, nos extraían sangre, nos hurgaban, nos agujereaban y nos sacaban muestras. El dolor era insoportable. […] No sé si nuestro físico influyó en Mengele o si los experimentos ginecológicos sencillamente se completaron. En cualquier caso, los detuvieron y comenzaron otros. Nos extrajeron líquido de la médula espinal y nos enjuagaron los oídos con agua extremadamente fría o caliente, lo que nos hacía vomitar. Posteriormente comenzó la extracción de pelo, y cuando ya estábamos a punto de derrumbarnos, iniciaron dolorosas pruebas en las regiones del cerebro, la nariz, la boca y las manos.

 El hecho de que alguien desapareciese del campo era señal inequívoca de haber sido gaseado, por eso en varias ocasiones se pensó que los enanos habían muerto. Pero no, era el propio Mengele el que los sacaba del campo, vestidos con su ropa de las actuaciones, para llevarlos a sus conferencias (“Ejemplos de los trabajos en Antropología y Biología hereditaria en los campos de concentración“) o incluso hacerlos actuar para amenizar su tiempo de ocio (porque no iba a ser todo torturar y asesinar, hasta el Angel de la Muerte tenía tiempo para divertirse). La vida de cobayas terminó el 27 de enero de 1945 cuando el Ejército Rojo liberó el campo. Eso sí, Josef Mengele había logrado huir.
Gracias al diablo, todos los miembros de la familia Ovitz que habían llegado al campo (12 en total) consiguieron sobrevivir a Auschwitz. EN 1949 emigraron a Israel y se instalaron en Haifa. Apenas unos meses después, volvió a actuar la Troupe de Lilliput con algunos números basados en sus vivencias en el campo. Después de 6 años de gira, decidieron poner punto y final y el grupo de disolvió. Perla Ovitz, la benjamina, fue la última en morir en 2001, siendo una familia especialmente longeva: Rozika, la primogénita, llegó a la edad de 98 y su hermana Franziska a los 91.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Memorias del lacayo de Adolf Hitler

Los 'Diarios' de Alfred Rosenberg permiten conocer desde dentro la atormentada vida de las élites nazis entre 1934 y 1944.

"El Führer viajó a Wiesse, escoltado por un comando de las SS, y allí llamó enérgicamente a la puerta de Röhm: 'Traigo información de Múnich', dijo, disimulando su voz para que no se le reconociera. 'Pase', respondió Röhm al supuesto ordenanza, 'la puerta está abierta'. Entonces Hitler abrió bruscamente la puerta, se abalanzó sobre Röhm, que estaba tendido en la cama, lo agarró por el cinturón y le gritó '¡Está usted detenido, cerdo!'. Después, entregó a aquel traidor a las SS. [...] En la habitación de al lado estaba Heines en actitud homosexual. '¡Y todos estos quieren ser los Führer de Alemania!', observó con tristeza el Führer. Heines montó una escenita. 'Mi Fúhrer, yo no le he hecho nada al joven'. Y el prostituto, lleno de miedo y dolor, reaccionó besando a su amante en la espalda. [...] En el pasillo, el Führer se dirigió contra una figura delgada, con las mejillas pintadas con colorete. '¿Quién es usted?'. 'El asistente civil del jefe del Estado Mayor'. Al ver a sus SA manchadas de aquella forma, el Führer fue presa de una ira sin igual y ordenó que metieran a todos los prostitutos en el sótano y los fusilaran".

Y eso fue la Noche de los Cuchillos Largos, el lance en el que el Reich acabó con las SA. A Röhm lo metieron en una celda. Exigió una alfombra y desayuno. Comió, le llevaron una pistola y le exigieron que se suicidara. Röhm rehusó y dijo que quería que "Adolf" lo ejecutara. Delirios de grandeza. Llegó un oficial, cogió la pistola y acabó con el trance.

El relato procede de los 'Diarios. 1934-1944' de Alfred Rosenberg, editados ahora por el sello Crítica con la promesa de incluir fuentes primarias valiosísimas sobre la vida dentro de la élite del Reich durante el esplendor y la derrota. Sólo Goebbels había dejado escritos unos diarios comparables. La tentación será cotejar sus relatos.

Por cierto: Goebbels y Rosenberg se odiaban y, a la vez, se explicaban mutuamente por contraste. Fueron los intelectuales del Partido Nazi, y por eso competían. Goebbels tenía la habilidad de sacar partido de sus lecturas, sus reflexiones y sus refinamientos. Los convertía en propaganda y en carisma. Rosenberg, en cambio, era el erudito pesado y más bien presuntuoso, el menos capaz de todos los nazis de tomar un poco de distancia de sí mismo y relativizar. El hombre que, en el fondo, se sentía superior a sus colegas/competidores, pero que se desesperaba porque sabía que estaba en las afueras del corrillo. Cerca pero no en el centro de la acción.

Y, sin embargo, Hitler lo sentía cercano. Durante los años del ascenso, Rosenberg había sido el amigo que le había susurrado ideas para su instinto. Durante los años de la cárcel de Hitler, Rosenberg, libre, hizo lo que pudo por mantener unido al partido. Cuando llegó 1933, el Führer sólo le dio puestos de responsabilidad muy relativa, pero siguió expresándole su favor, el verdadero patrón oro entre los nazis.

"El Führer me agradeció mi trabajo estrechándome varias veces la mano", escribió Rosenberg en mayo de 1934. Sus diarios están llenos de anotaciones victoriosas así: una palmada afectuosa, una confidencia maliciosa contra Himmler y Goering, un minuto y medio de relajación en el que el jefe recordaba los años de Múnich...

"Guerra de aniquilación"

En aquellos primeros años del Reich, Rosenberg era un personaje inseguro. Había orientado su carrera hacia las relaciones internacionales, era algo así como el ministro de Exteriores del Partido Nazi (no del Gobierno), pero sus planes eran saboteados desde dentro. Sus diarios retratan que la obsesión de Rosenberg era llevar al Reino Unido a su bando. Londres y Berlín estaban destinadas a unirse contra la Unión Soviética. Polonia, Rumanía, Noruega, Italia... también debían estar en esa pelea. Francia daba más igual. Pero había un problema: Goebbels y "los chicos" se ponían bravucones con la cuestión judía porque ése era un mensaje que funcionaba en el mercado alemán. A los ingleses, en cambio, les espantaban aquellas salidas de tono.

El Reino Unido nunca se puso del lado de Alemania, eso lo sabemos ahora, igual que sabemos que Rosenberg, que en 1934 pedía prudencia, dirigió desde muy temprano el aparato intelectual que llevó al Holocausto y terminó él mismo en el meollo del exterminio. En realidad, ésa era su vocación, la de aniquilador y no la de diplomático."Lo único que han querido siempre [los holandeses] es hacer negocios y hacían causa común con todos los judíos del mundo. Y ahora también ellos van a tener su propio destino". "La guerra de aniquilación contra la Iglesia continúa". Son dos anotaciones de mayo de 1940.

Eran los momentos de euforia. Rosenberg, el nazi culto, había recibido el encargo de gestionar la incautación de los bienes artísticos de las familias judías. "Cuando le di mis regalos al Führer -una gran cabeza de porcelana de Federico el Grande, entre otras cosas-, se le saltaron las lágrimas", escribió en abril de 1940.

Un año después, aquel afecto dio por fin resultados. Alemania invadió la URSS y Rosenberg apareció junto a Goering al lado de Hitler, al frente de la Operación Barbarroja. Goering era el jefe militar; Rosenberg, el civil. Reaparece el político pragmático En la entrada del 20 de julio, escribe: "Teníamos que escoger entre hacernos 120 millones de enemigos por el trato indiferenciado e inevitablemente duro, o ganar más adelante como aliados a la mitad de estos, dividiendo y valorando de forma diferente".

Rosenberg quería que los ucranianos y los bálticos (él mismo había nacido en Tallin) se convirtieran en sus cómplices contra Rusia. Hitler creyó en él y le dio el cargo de ministro para Asuntos del Este. Y desde allí, los fusilamientos, el exterminio y los primeros pasos hacia la solución final.

Elipsis. Los diarios de Rosenberg terminan el 3 de diciembre de 1944. El día en el que estrena su refugio en Berlín: "Algo insuficiente pero recupero una atmósfera hogareña". Nadie sentirá la tentación de sentir una gota de empatía por él leyendo sus diarios. No hay alusiones a sus afectos, a su familia, a sus momentos de placer o aflicción. Redactaba torpemente, a pesar de tener fama de intelectual. Acabó en Nüremberg y siguió escribiendo hasta el final, sin desandar ni un centímetro. Murió ahorcado.

extraido del diario El Mundo.