El 10 de marzo, Bulgaria conmemora el Día del Holocausto y de la salvación de casi 50 mil judíos búlgaros durante la Segunda Guerra Mundial. En ese día, en el año 1943, varios convoyes ferroviarios estaban preparados para transportar al primer gran grupo de judíos búlgaros a los campos de la muerte de Hitler. Pero los trenes no partieron. La deportación fue cancelada gracias a la resistencia, sin precedentes en la Europa de aquel entonces, de personalidades pertenecientes tanto a los círculos gobernantes como a la oposición, de la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Bulgaria y de toda la opinión pública. Antes de la Segunda Guerra Mundial, en Bulgaria vivían unos 48 mil judíos.
Foto: www.ynetnews.com
Al terminar la guerra, su número llegó a casi 50 mil: un hecho realmente único en la Europa pisoteada por los nazis. Los judíos búlgaros no nos vimos reducidos en número sino aumentados.
En la primera fase de esa contienda, nuestro país fue aliado de Hitler. Pero ya medio año antes de unirse Bulgaria al Pacto Tripartito liderado por Alemania, en otoño de 1940 fue presentado en el Parlamento búlgaro un proyecto de ley antijudía, llamada Ley de Defensa de la Nación. Fue aprobada, promulgada en enero de 1941 con el visto bueno del rey búlgaro Borís III y completada por una docena más de leyes y disposiciones restrictivas. Esta ley convirtió la vida de los judíos búlgaros en un infierno. No podían ejercer una serie de profesiones, ni transitar por las calles fuera de las horas permitidas, entrar en parques y restaurantes, estudiar en centros universitarios. Y como si fuera poco, los hombres de más de 20 años de edad eran enviados cada año a campamentos de trabajos forzados para construir líneas férreas y carreteras.
La introducción de estas restricciones fue recibida con enérgicas protestas por la sociedad búlgara. En contra de la discriminación de los judíos se pronunciaron públicamente notables escritores y otros intelectuales. Su voz en defensa de los judíos fue respaldada por la Iglesia Ortodoxa Búlgara, la más difundida en el país.
En marzo de 1943 llegó el momento más terrible. En cumplimiento de las directivas de la Conferencia “Wansee” en Alemania para dar “una solución definitiva al problema judío”, Bulgaria asumió el compromiso de enviar a los campos de la muerte en Polonia como primer paso a 20 mil judíos de los territorios recién incorporados al país que se encontraban en Macedonia y la Tracia del Mar Egeo. Pero allí había menos de 11 500 judíos. Por ello, en el último momento se decidió, a propuesta del comisario en cuestiones judías, que los 8500 judíos restantes fueran deportados desde la propia Bulgaria.
En aquel entonces, era vicepresidente del Parlamento búlgaro Dimítar Péshev. Pertenecía a la mayoría gubernamental y había apoyado con su voto la Ley antijudía de Defensa de la Nación, en el año 1940. Pero esta vez no se trataba de medidas restrictivas más o menos severas, sino de la propia vida de sus compañeros de estudios y amigos de la ciudad donde había nacido y crecido. En su deseo de salvarlos de la deportación evitar que sus vecinos judíos fueran enviados con el primer grupo, les propuso trasladarlos a Sofía, porque la capital búlgara se encontraba, de momento, fuera de la lista de las inminentes deportaciones. Pero ellos se negaron: no querían aprovecharse de este privilegio para que fueran enviados a los campos de la muerte judíos que eran familiares y amigos suyos de otras ciudades búlgaras.
En la propia ciudad natal de Péshev, Kiustendil, la noticia de la inminente deportación había llegado ya al conocimiento de todos los judíos. A ellos les constaba con meridiana claridad lo que les esperaba: ya habían pasado por el territorio de Bulgaria los trenes procedentes de la Tracia del Mar Egeo desde los cuales se oían los lamentos de las víctimas pidiendo agua y pan. Los judíos de Kiusendil buscaron la ayuda de notables búlgaros de la ciudad. Cuatro búlgaros salieron rumbo a la capital Sofía para entrevistarse con su conciudadano Péshev, vicepresidente del Parlamento, y tratar de conseguir su intercesión para salvar a los judíos.
Consternado por la noticia y por el hecho de que tan importante decisión se había tomado sin el conocimiento del Parlamento búlgaro, Péshev fue inmediatamente a hablar con el ministro del Interior. En un principio, éste negó la veracidad de la información pero Péshev se comunicó con altos cargos de la policía de varias ciudades que figuraban en la macabra lista y se enteró de que los trenes ya estaban preparados y que esperaban que los judíos fueran cargados en ellos.
Tras consultar con la jefatura del gobierno y con Palacio, el ministro se vio obligado a revocar la orden de la deportación. Pero Péshev no se contentó con ello: recogió las firmas de 43 diputados de la mayoría gobernante al pie de una protesta contra la deportación de los judíos del país, en general.
La noticia de que la deportación había sido cancelada llegó rápido al conocimiento de los judíos de todo el país. Su alegría era indescriptible. Y la fecha 10 de marzo es conmemorada hasta hoy día por los judíos búlgaros como el Purim búlgaro: la fiesta de la nueva salvación del pueblo judío del exterminio.
Decepcionado, el comisario en cuestiones judías dimitió. A Péshev se le destituyó como vicepresidente del parlamento. En mayo de ese mismo año 1943 fueron reanudados los intentos del gobierno de complacer a los alemanes y deportar a los judíos búlgaros, esta vez los de la capital Sofía donde vivía la mitad de ellos. Pero los judíos volvieron a enterarse de ese plan. Los más ricos buscaron la ayuda de la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Bulgaria y en particular del obispo de Sofía, Stefan. Este inició una campaña muy fuerte en defensa de los judíos. Y hasta encabezó una manifestación judía el día 24 de Mayo, fiesta de la escritura cirílica y de la cultura búlgara, al pie de la Catedral capitalina. La policía dispersó la manifestación de los judíos por las calles de Sofía y detuvo a unos 400. 180 fueron enviados a un campo de trabajos forzados.
La noticia de la protesta sin precedentes de los judíos búlgaros llegó a Radio Londres y Radio Berlín. El caso llegó pronto al conocimiento de toda la población de Bulgaria. Los planes del gobierno cambiaron: en vez de enviarlos a los campos de la muerte en Polonia, fueron dispersados por todo el territorio nacional.
Las derrotas de los alemanes en el Frente Oriental indujeron a los gobernantes búlgaros a renunciar definitivamente a sus planes de deportar a los judíos búlgaros. En septiembre de 1944, cuando Bulgaria rompió con Alemania y se unió a la coalición antihitleriana, a los judíos búlgaros se les restituyeron todos los derechos de los que fueron privados. Salvando casi 50 mil vidas humanas, en los años de la más terrible y exterminadora de las guerras mundiales, la pequeña Bulgaria escribió una página única de humanismo y dignidad en la historia europea”, termina su relato el periodista búlgaro Samuel Francés, uno de aquellos casi 50 mil judíos búlgaros que fueron salvados por el pueblo búlgaro en aquellos horrorosos años.
extraido de BNR Radio Bulgaria
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