jueves, 1 de octubre de 2015

La historia detrás de una biblioteca clandestina española en el campo de exterminio nazi de Mauthausen

En medio del infierno de Mauthausen, unos libros robados se convirtieron en el único flotador al que agarrarse para los miles de deportados del nazismo.
En este centro de detención austríaco, donde murieron más de 100.000 personas de 26 nacionalidades, los internos organizaron grupos de resistencia para poder sobrevivir. Y los españoles fueron de los más activos.
La biblioteca clandestina fue idea de uno de ellos.
Pensó que leyendo podrían evadirse un poco del horror de las celdas de castigo, de los latigazos, de las duchas heladas y de los 186 escalones que tenían que subir 10 o 12 veces al día cargados con rocas de 20 kilos hasta lo alto de una cantera desde donde los oficiales de las SS nazi lanzaban a los reclusos al vacío.
"Mi padre siempre decía que leer te hace libre", le cuenta a BBC Mundo Llibert Tarragó, hijo del promotor de la biblioteca. Lleva años indagando sobre la historia de su padre Joan, un militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), de ideología comunista, que luchó en el bando republicano durante la guerra civil española.
Joan Tarragó fue uno de los más de medio millón de personas que cruzaron la frontera francesa tras la caída de Cataluña, en 1939, y, una vez en territorio galo, los internaron en campos de refugiados.

Estrategas del almacén y la cocina

Cuando comenzó la segunda Guerra Mundial, Tarragó se alistó en el ejército francés y lo enviaron al frente con otros miles de españoles exiliados.
"Fueron los primeros en ser capturados por los alemanes cuando los nazis invadieron Francia", señala Tarragó, al teléfono desde Barcelona.
El gobierno de Berlín, aliado de Francisco Franco en España, llamó a Madrid -cuenta Tarragó- para preguntar qué debían hacer con los reclusos. Y Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, contestó con un simple: "Ya no son españoles". Los trasladaron a Mauthausen y les pusieron un triángulo azul, el color de los apátridas.
Joan Tarragó llegó al campo en enero de 1940. Y en febrero del año siguiente fundó, junto a otros deportados, la red de resistencia española.
"Todos tenían claro que la única solución para resistir era la solidaridad", asegura su hijo. "Decían que eran compañeros de lucha y compañeros en el infierno".
En 1943, cuando trasladaron a los SS más duros al frente del este, la organización española encontró más "huecos". Por aquel entonces ya eran expertos estrategas en la lucha por la supervivencia. Controlaban el almacén, la enfermería y la cocina. Sustraían medicinas y alimentos que luego distribuían entre los presos.
"Trabajaban en cadena. Mi padre, que hacía de 'pinche' en la cocina de los oficiales, escondía los alimentos en el contenedor. Encima ponía papel y la basura de verdad. Luego, otro compañero los recogía", relata Llibert Tarragó.

Llegan los libros

A comienzos de 1943, empezaron a llegar franceses, italianos y rusos deportados de la resistencia a la ocupación nazi en sus países, narra Tarragó. Nada más llegar al campo, les quitaban todas sus pertenencias. Lo que era de valor se lo quedaban y lo que no les interesaba, lo incineraban.
Cuando los españoles que trabajaban en el almacén le dijeron a Joan Tarragó que había libros entre los enseres que acaban en la hoguera, le propuso a la cúpula de la resistencia rescatarlos y formar una pequeña biblioteca.
Así, Tarragó junto a un compañero, de apellido Picot y capaz de arreglar los libros que llegaban en mal estado, comenzó a reunir volúmenes y a esconderlos en un armario del barracón número 13.
La pequeña biblioteca clandestina fue creciendo. Recopilaron alrededor de 200 obras de autores como Émile Zola, Víctor Hugo o Fiódor Dostoievski.
Pero la que más éxito cosechó entre los presos, cuenta Tarragó, fue "La madre", de Maksim Gorki.
Un sobreviviente francés, de Córcega, le confesó a Llibert Tarragó que leer "La Cartuja de Parma" de Stendhal en Mauthausen había sido "un salvavidas".
"Me explicó con mucha emoción que cuando leía sentía que escapaba del campo. Le recordaba a su infancia", recuerda Tarragó, fundador de la asociación Triángulo Azul, que desde 2003 reúne documentos sobre la deportación española.
"Si los hubieran descubierto, les habrían dado una buena paliza", opina Tarragó.
Hace una pausa y luego añade: "O los habrían matado directamente. Convivían con ese miedo todos los días. Imagina lo que debía ser oler a carne humana quemada las 24 horas del día durante cuatro años y tres meses".

El olor en la memoria

Ese fue el tiempo que estuvo retenido su padre. Y ese hedor fue una de las cosas que describió con más nitidez en los documentos que le legó a su hijo.
Llibert no pudo entender del todo a qué se refería hasta que visitó el campo en el año 2000.
"Las chimeneas de los crematorios estaban a 50 metros de las barracasdonde dormían los presos", recuerda, aún impactado.
Cuando el ejército estadounidense entró en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, las banderas republicanas españolas habían sustituido a las insignias nazis y el portón de entrada a la fortaleza estaba cubierto por una gran pancarta en la que se leía: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras".

De los 7.189 españoles que entraron en el campo, solo 2.374 vivieron aquel momento. La mayoría estaba fichada como enemigos de la dictadura franquista y no pudieron volver a España hasta que murió Franco en 1976.
Ahora, a 70 años de su liberación, solo quedan 25.
Una vez libre, Joan Tarragó escribió a su mujer, que seguía viviendo en Cataluña. Después de que ella pasara clandestinamente la frontera, se reunieron en Andorra en 1946, tras ocho años de separación.
"Nueve meses más tarde nací yo", ríe Llibert Tarragó, a quien le pusieron el nombre por la palabra catalana Llibertat: en español, libertad.
EXTRAIDO DE BBC MUNDO

martes, 15 de septiembre de 2015

EL DIABLO SALVÓ A UNA FAMILIA DE ENANOS EN AUSCHWITZ

Las niñas Eva y KittyMaximiliano Kolbe, lossefarditas e incluso las mujeres en general, han sido protagonistas de terribles historias, y todas ellas ocurrieron en el mismo lugar… el campo de exterminio de Auschwitz. En esta ocasión, y aún siendo una historia salpicada de crueldad y menosprecio, tiene un final feliz… es la historia delos Ovitz, la familia de enanos rumanos que sobrevivió a Auschwitz. Una frase que podría resumir esta historia la pronunció Perla Ovitz
Fuimos salvados por la gracia del diablo.
Porque, además, este “diablo” tiene nombre y apellidos… Josef Mengeleel Ángel de la Muerte.

Los Ovitz, de origen judío y originarios de Rozavlea en Transilvania (Rumanía), fueron, y son, la familia con mayor número de miembros afectados por acondroplasia, la causa más común de enanismo. El rabino Shimshon Ovitz, también enano, se casó dos veces con mujeres de talla normal y tuvo en total 10 hijos, 7 de ellos enanos: cinco mujeres (Rozika, Franzika, Frieda, Elizabeth y Perla, la menor nacida en 1921) y dos varones (Avram y Micki). Con pocas posibilidades de labrarse un futuro y porque también llevaban en la sangre aquello de ser artistas -su padre antes que rabino había sido badchen, una especie de comediante o animador de fiestas-, hicieron de la necesidad virtud y crearon la Troupe de Lilliput. Durante años la Troupe de Lillilput, compuesta por todos los miembros de la familia, recorrieron Europa con un espectáculo de música y humor en el que los enanos eran los artistas y los miembros de talla normal trabajaban detrás del escenario. A pesar de su condición de enanos y judíos -unos y otros fueron víctimas de las políticas nazis de higienización de la raza-, los primeros años de la guerra no fueron para los Ovitz más difíciles que para el resto de los europeos, incluso se amplió el número de miembros con matrimonios y algún nacimiento.

Todo cambiaría el 19 de mayo 1944 cuando toda la familia fue arrestada en Hungría y, como el resto de judíos, llevados al campo Auschwitz. Ya en el campo, y mientras bajaban del vagón, uno de los oficiales que los recibió se quedó impresionado al ver a siete enanos elegantemente vestidos -habían sido capturados mientras actuaban- que, además, eran miembros de la misma familia. Sabedor de la pasión obsesiva del doctor Josef Mengele -médico oficial del campo desde hacía un año- por experimentar con humanos, pensó que sería una buena idea avisarle… y lo fue. Cuando Meguele los vio, los separó del resto de prisioneros y ordenó habilitar unas dependencias especialespara sus nuevas “adquisiciones/cobayas” -“Ahora tengo trabajo para más de 20 años“, dijo el médico-. Aquel capricho del destino, les salvó la vida. Para Mengele aquella familia -siete miembros con el mismo trastorno genético- era como la piedra Rosetta en su experimentación para la reproducción selectiva de la raza aria. De hecho, hasta aquel momento, las víctimas favoritas para el Ángel de la Muerte habían sido los gemelos, por aquello de ser copias el uno del otro. Debió pensar que gemelos tenía muchos con los que experimentar -de hecho, muchos fallecieron en su experimentos-, pero sólo tenía una familia de enanos, así que se preocupó de que, mientras no estuviesen en el laboratorio, su estancia no fuese especialmente cruenta, e incluso en el trato con ellos era cordial y se hacía llamar “tío” por los miembros más jóvenes. Eso sí, en el laboratorio, volvían a su condición de cobayas humanas… (palabras de Elisabeth Ovitz)
Los experimentos más terribles de todos eran los ginecológicos. Nos ataban a la cama y comenzaba la tortura. Nos inyectaban cosas en el útero, nos extraían sangre, nos hurgaban, nos agujereaban y nos sacaban muestras. El dolor era insoportable. […] No sé si nuestro físico influyó en Mengele o si los experimentos ginecológicos sencillamente se completaron. En cualquier caso, los detuvieron y comenzaron otros. Nos extrajeron líquido de la médula espinal y nos enjuagaron los oídos con agua extremadamente fría o caliente, lo que nos hacía vomitar. Posteriormente comenzó la extracción de pelo, y cuando ya estábamos a punto de derrumbarnos, iniciaron dolorosas pruebas en las regiones del cerebro, la nariz, la boca y las manos.

 El hecho de que alguien desapareciese del campo era señal inequívoca de haber sido gaseado, por eso en varias ocasiones se pensó que los enanos habían muerto. Pero no, era el propio Mengele el que los sacaba del campo, vestidos con su ropa de las actuaciones, para llevarlos a sus conferencias (“Ejemplos de los trabajos en Antropología y Biología hereditaria en los campos de concentración“) o incluso hacerlos actuar para amenizar su tiempo de ocio (porque no iba a ser todo torturar y asesinar, hasta el Angel de la Muerte tenía tiempo para divertirse). La vida de cobayas terminó el 27 de enero de 1945 cuando el Ejército Rojo liberó el campo. Eso sí, Josef Mengele había logrado huir.
Gracias al diablo, todos los miembros de la familia Ovitz que habían llegado al campo (12 en total) consiguieron sobrevivir a Auschwitz. EN 1949 emigraron a Israel y se instalaron en Haifa. Apenas unos meses después, volvió a actuar la Troupe de Lilliput con algunos números basados en sus vivencias en el campo. Después de 6 años de gira, decidieron poner punto y final y el grupo de disolvió. Perla Ovitz, la benjamina, fue la última en morir en 2001, siendo una familia especialmente longeva: Rozika, la primogénita, llegó a la edad de 98 y su hermana Franziska a los 91.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Memorias del lacayo de Adolf Hitler

Los 'Diarios' de Alfred Rosenberg permiten conocer desde dentro la atormentada vida de las élites nazis entre 1934 y 1944.

"El Führer viajó a Wiesse, escoltado por un comando de las SS, y allí llamó enérgicamente a la puerta de Röhm: 'Traigo información de Múnich', dijo, disimulando su voz para que no se le reconociera. 'Pase', respondió Röhm al supuesto ordenanza, 'la puerta está abierta'. Entonces Hitler abrió bruscamente la puerta, se abalanzó sobre Röhm, que estaba tendido en la cama, lo agarró por el cinturón y le gritó '¡Está usted detenido, cerdo!'. Después, entregó a aquel traidor a las SS. [...] En la habitación de al lado estaba Heines en actitud homosexual. '¡Y todos estos quieren ser los Führer de Alemania!', observó con tristeza el Führer. Heines montó una escenita. 'Mi Fúhrer, yo no le he hecho nada al joven'. Y el prostituto, lleno de miedo y dolor, reaccionó besando a su amante en la espalda. [...] En el pasillo, el Führer se dirigió contra una figura delgada, con las mejillas pintadas con colorete. '¿Quién es usted?'. 'El asistente civil del jefe del Estado Mayor'. Al ver a sus SA manchadas de aquella forma, el Führer fue presa de una ira sin igual y ordenó que metieran a todos los prostitutos en el sótano y los fusilaran".

Y eso fue la Noche de los Cuchillos Largos, el lance en el que el Reich acabó con las SA. A Röhm lo metieron en una celda. Exigió una alfombra y desayuno. Comió, le llevaron una pistola y le exigieron que se suicidara. Röhm rehusó y dijo que quería que "Adolf" lo ejecutara. Delirios de grandeza. Llegó un oficial, cogió la pistola y acabó con el trance.

El relato procede de los 'Diarios. 1934-1944' de Alfred Rosenberg, editados ahora por el sello Crítica con la promesa de incluir fuentes primarias valiosísimas sobre la vida dentro de la élite del Reich durante el esplendor y la derrota. Sólo Goebbels había dejado escritos unos diarios comparables. La tentación será cotejar sus relatos.

Por cierto: Goebbels y Rosenberg se odiaban y, a la vez, se explicaban mutuamente por contraste. Fueron los intelectuales del Partido Nazi, y por eso competían. Goebbels tenía la habilidad de sacar partido de sus lecturas, sus reflexiones y sus refinamientos. Los convertía en propaganda y en carisma. Rosenberg, en cambio, era el erudito pesado y más bien presuntuoso, el menos capaz de todos los nazis de tomar un poco de distancia de sí mismo y relativizar. El hombre que, en el fondo, se sentía superior a sus colegas/competidores, pero que se desesperaba porque sabía que estaba en las afueras del corrillo. Cerca pero no en el centro de la acción.

Y, sin embargo, Hitler lo sentía cercano. Durante los años del ascenso, Rosenberg había sido el amigo que le había susurrado ideas para su instinto. Durante los años de la cárcel de Hitler, Rosenberg, libre, hizo lo que pudo por mantener unido al partido. Cuando llegó 1933, el Führer sólo le dio puestos de responsabilidad muy relativa, pero siguió expresándole su favor, el verdadero patrón oro entre los nazis.

"El Führer me agradeció mi trabajo estrechándome varias veces la mano", escribió Rosenberg en mayo de 1934. Sus diarios están llenos de anotaciones victoriosas así: una palmada afectuosa, una confidencia maliciosa contra Himmler y Goering, un minuto y medio de relajación en el que el jefe recordaba los años de Múnich...

"Guerra de aniquilación"

En aquellos primeros años del Reich, Rosenberg era un personaje inseguro. Había orientado su carrera hacia las relaciones internacionales, era algo así como el ministro de Exteriores del Partido Nazi (no del Gobierno), pero sus planes eran saboteados desde dentro. Sus diarios retratan que la obsesión de Rosenberg era llevar al Reino Unido a su bando. Londres y Berlín estaban destinadas a unirse contra la Unión Soviética. Polonia, Rumanía, Noruega, Italia... también debían estar en esa pelea. Francia daba más igual. Pero había un problema: Goebbels y "los chicos" se ponían bravucones con la cuestión judía porque ése era un mensaje que funcionaba en el mercado alemán. A los ingleses, en cambio, les espantaban aquellas salidas de tono.

El Reino Unido nunca se puso del lado de Alemania, eso lo sabemos ahora, igual que sabemos que Rosenberg, que en 1934 pedía prudencia, dirigió desde muy temprano el aparato intelectual que llevó al Holocausto y terminó él mismo en el meollo del exterminio. En realidad, ésa era su vocación, la de aniquilador y no la de diplomático."Lo único que han querido siempre [los holandeses] es hacer negocios y hacían causa común con todos los judíos del mundo. Y ahora también ellos van a tener su propio destino". "La guerra de aniquilación contra la Iglesia continúa". Son dos anotaciones de mayo de 1940.

Eran los momentos de euforia. Rosenberg, el nazi culto, había recibido el encargo de gestionar la incautación de los bienes artísticos de las familias judías. "Cuando le di mis regalos al Führer -una gran cabeza de porcelana de Federico el Grande, entre otras cosas-, se le saltaron las lágrimas", escribió en abril de 1940.

Un año después, aquel afecto dio por fin resultados. Alemania invadió la URSS y Rosenberg apareció junto a Goering al lado de Hitler, al frente de la Operación Barbarroja. Goering era el jefe militar; Rosenberg, el civil. Reaparece el político pragmático En la entrada del 20 de julio, escribe: "Teníamos que escoger entre hacernos 120 millones de enemigos por el trato indiferenciado e inevitablemente duro, o ganar más adelante como aliados a la mitad de estos, dividiendo y valorando de forma diferente".

Rosenberg quería que los ucranianos y los bálticos (él mismo había nacido en Tallin) se convirtieran en sus cómplices contra Rusia. Hitler creyó en él y le dio el cargo de ministro para Asuntos del Este. Y desde allí, los fusilamientos, el exterminio y los primeros pasos hacia la solución final.

Elipsis. Los diarios de Rosenberg terminan el 3 de diciembre de 1944. El día en el que estrena su refugio en Berlín: "Algo insuficiente pero recupero una atmósfera hogareña". Nadie sentirá la tentación de sentir una gota de empatía por él leyendo sus diarios. No hay alusiones a sus afectos, a su familia, a sus momentos de placer o aflicción. Redactaba torpemente, a pesar de tener fama de intelectual. Acabó en Nüremberg y siguió escribiendo hasta el final, sin desandar ni un centímetro. Murió ahorcado.

extraido del diario El Mundo.

lunes, 13 de julio de 2015

20 años: ¿el último aniversario de Srebrenica?

  • Unos 8.100 hombres y menores musulmanes fueron ejecutados por fuerzas serbobosnias en el enclave de Srebrenica en julio de 1995, a pesar de que era una zona protegida por la ONU.
  • 46 personas han sido juzgadas por los tribunales bosnios por la masacre.

  • El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) imputó a 21 personas.

  • Dos de los principales acusados cuyo proceso continúa en el TPIY son Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Slodoban Milosevic murió antes de que finalizara el juicio.

  • La ONU admitió en 1999 su "error" en lo ocurrido al actuar con "neutralidad", y en 2001 Holanda asumió su parte de responsabilidad ya que sus cascos azules estaban en la zona.

MÒNICA BERNABÉEspecial para EL MUNDO Tuzla 10/07/2015


Son como las estanterías de los almacenes del Ikea, allí donde la clientela se suele perder en busca de su pedido, pero en los anaqueles no hay sillas, ni mesas, ni muebles, sino bolsas blancas de plástico llenas de huesos humanos. Huesos que pertenecen en su mayoría a algunos de los 8.100 hombres y niños musulmanes que fueron ejecutados en Srebrenica por fuerzas serbobosnias en julio de 1995.

Tras veinte años del genocidio, esos restos humanos continúan ahí, en los estantes del tétrico y espeluznante depósito de la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP en sus siglas en inglés) en la ciudad bosnia de Tuzla, sin que se hayan podido identificar. No coinciden con ninguna de las miles de muestras de ADN que se han tomado a los familiares de las víctimas.

En algunos casos, el problema es queno se ha conseguido completar los cuerpos -por ejemplo, sólo se ha hallado un fémur o el cráneo- y las familias se niegan a darles sepulturaasí, hasta que no se descubran más restos. Y en otros, no se ha encontrado absolutamente nada. Siguen sin aparecer un millar de hombres y menores cuyo rastro se perdió en Srebrenica hace dos décadas. A pesar de ello, la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas concluirá su programa en los Balcanes a final del año que viene. Después no se sabe qué sucederá.

La comisión ha sido el pilar sobre el que se ha sostenido el gobierno bosnio durante todos estos años para llevar a cabo la búsqueda e identificación de los cuerpos, y después hacer posible el entierro colectivo de decenas de víctimas cada año, coincidiendo con el aniversario del genocidio. Este organismo internacional ha puesto casi todo en bandeja al ejecutivo bosnio: fondos, recursos y personal preparado, aunque también ha contribuido a la preparación de organizaciones locales, como el Instituto de Personas Desaparecidas, para que tomen el relevo a la comisión a partir de 2017. Otra cosa es que lo hagan.

"Las ejecuciones tuvieron lugar en tres lugares distintos entre el 11 y el 13 de julio de 1995", empieza relatando la antropóloga forense Dragana Vucetic, que trabaja en las dependencias que la comisión tiene en un recinto municipal en Tuzla. "Los cuerpos los enterraron en diversas fosas comunes, pero a los tres meses los exhumaron con excavadoras y los sepultaron en otras localizaciones: bosques y lugares de difícil acceso para intentar ocultar las pruebas del crimen. Por eso ahora los restos humanos de una única persona pueden estar esparcidos en diversos sitios", argumenta.

Es como buscar una aguja en un pajar, o un puzzle en el que encajar las piezas resulta cada vez más complicado. Los números hablan por sí solos: en el aniversario del genocidio en 2003 se enterraron 958 cuerpos, 332 en 2004, 577 en 2005, o 489 en 2006. El año pasado, sólo 169, y este sábado se inhumarán 136.

Vucetic ha dispuesto sobre la mesa de exploraciones de su oficina el esqueleto completo de un individuo que ya ha revisado varias veces y que no sabe qué hacer con él: no coincide con ninguna de las22.268 muestras de ADN del banco de datos. En otra mesa ha esparcido otros escasos restos humanos, pero hace días que no recibe más para poder analizar. Los hallazgos son ahora con cuentagotas. "Estamos buscando en cincuenta posibles localizaciones, basándonos en fotografías satélite tomadas por la embajada de Estados Unidos entre julio y octubre de 1995, que nos permiten deducir dónde se produjeron movimientos de tierra", declara. Se cree que los genocidas abrieron cinco fosas comunes y una de ellas aún no se ha localizado. ¿Pero dónde está?

"Sería feliz con encontrar un dedo de mi hijo", suspira la bosnia Hajra Catic, tras rezar en silencio ante la tumba de su marido, que también fue ejecutado. Al lado de la sepultura, en el impresionante memorial de Potocari en Srebrenica -donde se suceden miles de tumbas idénticas de las víctimas del genocidio-, Hajra ha reservado un pequeño pedazo de terreno para inhumar a su hijo. Porque está dispuesta a no cejar hasta hallar sus restos.

"Lo único que queremos es información de dónde están los cuerpos", afirma la mujer. Información, preciado tesoro. Pero eso es lo que pocos están dispuestos a dar. Incluso algunos niegan lo evidente.

El propio presidente bosnio de turno, el serbio Mladen Ivanic -Bosnia tiene una presidencia rotativa, en la que un representante bosnio, otro croata y uno serbio ocupan el cargo de forma alterna durante ocho meses cada uno-, se quejó la semana pasada de que el Consejo de Seguridad de la ONU tuviera previsto aprobar una resolución para condenar la masacre de Srebrenica, coincidiendo con el veinte aniversario de su conmemoración, y advirtió que, si lo hacía, debía evitar la palabra"genocidio". "De lo contrario será una provocación para la población serbiobosnia", aseguró.

Precisamente por eso muchos temen que, cuando la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas cierre su proyecto en los Balcanes, las cámaras de los periodistas no inmortalicen más el aniversario del genocidio y se deje de hablar de Srebrenica,Hajra se quedará con su terruño esperando a sepultar allí algún día a su hijo, las bolsas blancas de plástico llenas de huesos humanosseguirán sin identificar en los estantes, y los desaparecidos continuarán en un paradero que nunca nadie descubrirá.

EXTRAIDO DE EL MUNDO.