sábado, 16 de enero de 2010

El Sol se extinguio en Manthausen

Por Francisco Batiste Baila.

Dispuesto a seguir la trayectoria profesional de su progenitor, a los quince años embarca en el pailebote "María Rosa" al mando de su padre, Agustín Batiste Caballer, patrón de la vieja y prestigiada escuela vinarocense.

La "incivil" contienda que ensangrenta el suelo patrio trunca su proyecto. La capacitada flota de los sublevados que campa por sus respetos en el Mediterráneo les fuerza a amarrar el velero que tiene, como única posibilidad de escape, su dependencia del viento.

Incorporado al frente de combate resulta herido en el Segre y, posteriormente en la batalla del Ebro, formando parte, tras la derrota, de la diáspora humana que cruza la frontera por los Pirineos para ser hacinados en los campos de la vergüenza de una nación que se confesaba solidaria.

La crítica situación de los internados le dispone a enrolarse en una de las Compañías de Trabajadores Españoles (C.T.E.), declarada ya, la Segunda Guerra Mundial, para ser destinado a la construcción de barreras antitanques en el sector de la Línea Maginot.

Capturado por la Wehrmacht, el grupo de diez mil españoles es internado en los Stalags de la Alta Silesia hata que, aclarada su identidad, pasan a integrarse en el campo de exterminio de Mauthausen, auténtico infierno, tumba de miles de españoles.

Cuanto expresa en su libro vivido durante el lustro de permanencia en el terrorífico "Lager" y "Kommandos", es el fiel reflejo de la barabarie desatada por las fanáticas hordas nazis.

Si se decide a testimoniarlo es con la esperanza de aportar su granito de arena para evitar la repetición de la obra del mayor asesino de la historia de la humanidad y, fundamentalmente, como homenaje a sus camaradas que jamás retornaron a su amado pueblo.

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